Chulilla, un paisaje en equilibrio (Verónica Gregori)

 

 

Cuando el visitante llega a Chulilla por primera vez se encuentra con un paisaje abrupto, el de un pueblo entre dos lomas, una de las cuales parece cortada a cuchillo, y dominado por la extensa muralla de la antigua ciudadela árabe. A medida que uno avanza, el paisaje se serena en la planicie con el suave paso del Túria entre los chopos. Pero sin duda, una de las visiones más espectaculares del Túria es la de las Hoces, donde el río desfila entre abundante vegetación y se pierde entre gargantas en cuyas paredes, perfectamente verticales, se pueden ver a escaladores de alto nivel.

 

La ruta hacia el “hisn” o castillo musulmán es un interesante paseo, bien señalizado, por un pueblo medieval muy bien conservado y, una vez arriba, desde sus murallas, se disfruta de una hermosísima vista sobre Chulilla, pintada de blanco y rodeada por el Túria. De vuelta del castillo será un placer detenerse en la agradable Plaza de la Iglésia de Nuestra Sra. de los Ángeles, y hacer una incursión en cualquiera de sus hornos o charcuterías donde es obligado probar algún dulce típico, como el requiño, suerte de panquemado dulce, y sus embutidos.

 

Los amantes del senderismo encontrarán aquí gran diversidad de rutas, siendo una de ellas la que conduce desde el pueblo al Charco Azul, remanso natural del rio Túria encajonado en el cañón. Una buena alternativa al turismo activo es la que ofrece el Balneario de Fuencaliente y sus aguas minero-medicinales que, en manos del Dr. Xavier Marí i Cerezo, Director Médico del Balneario, garantizarán nuestro bienestar.

 

 

 

 

 

Verónica Gregori. 20-11-2012.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Excursion a Chulilla

El sábado dia 17 de noviembre, la AVPYETUR organizó una visita a Chulilla, Municipio del interior de la Comunidad Valenciana, de la Comarca de La Serranía, situado en la cuenca media del Rio Turia y a 322 metros de altitud.

La visita de la Asociación, dado el reciente incendio forestal que asoló gran parte de la vegetación del Municipio, pretendía asumir la realidad turística actual y futura del mismo enfocada con una perspectiva positiva, pues los recientes incendios han dejado a la vista y han reforzado el valor geomorfológico de muchas zonas de la Comunidad, algunas de las cuales han sido declaradas parques geomorfológicos.

Acompañados por el Concejal de Cultura, se visitó el núcleo urbano y el castillo, y posteriormente nos reunimos en una comida que tuvo lugar en el Balneario de Chulilla, manantial minero-medicinal, cuyas aguas brotan a 24º de temperatura, con una magnífica  infraestructura médica, hotelera y gastronómica.

En la comida estuvimos acompañados por el Dr. Xavier Marí i Cerezo, Director Médico del Balneario de Chulilla, y por D. José Alfreo Pellicer, Director Territorial de Turismo de Valencia, de la Generalitat Valenciana.

A los postres, se incorporó el Sr. Alcalde de la Localidad, y se inició una mesa redonda sobre los objetivos de la visita antes enunciados.

Marrakech, la capital turística de Marruecos

 

Marruecos se está convirtiendo en uno de los destinos turísticos más importantes de África. Sus grandes atractivos son la amplia variedad geográfica, la singularidad de su patrimonio histórico, artístico y etnográfico, la estabilidad institucional y la seguridad ciudadana. La oferta hotelera de nueva construcción es de calidad y está basada en criterios de respeto al entorno paisajístico y medioambiental.

Hemos tenido la posibilidad de conocer personalmente algunas de las múltiples alternativas de nuevas rutas turísticas que parten de Marrakech, la histórica ciudad de imprescindible visita. Palacios, mezquitas y fortalezas. Palmerales inmensos en los grandes oasis que surgen en medio de áridas montañas. Dunas de los desiertos e impresionantes gargantas por donde discurren ríos de cristalinas aguas. Kasbahs que nos muestran cómo vivían antaño los pachás con sus harenes. Extensas playas de finas arenas recayentes al Atlántico y al Mediterráneo y situadas a menos de dos horas en autobús de Marrakech, la indiscutible capital turística de Marruecos, que recibe anualmente más del cuarenta por ciento de sus visitantes extranjeros. El increíble encanto de la singular e irrepetible plaza de la Jemma El Fna es digno de destacarse, al ser el espacio público con más colorido y animación cotidiana que he podido conocer jamás. Junto a la espectacular plaza, el gran zoco de la Medina, la mezquita y la Koutoubia, la bellísima torre, hermana de la Giralda sevillana, que es el símbolo arquitectónico de la Marrakech medieval, la ciudad amurallada cuyas siluetas de palacios, pórticos, jardines y minaretes, no ha sido alterado por construcciones nuevas que impidan disfrutar de la panorámica de esta urbe, auténtico patrimonio de la humanidad.

El Congreso Internacional de Periodistas y Escritores de Turismo nos permitió viajar a través de la gran cordillera del Atlas hasta Ouarzazate, la población que nos abre las puertas de los oasis y del desierto, y en donde se rodaron numerosas películas, como “Lawrence de Arabia”, “Ben Hur” o “Gladiator”. Se pueden visitar los estudios cinematográficos que conservan los decorados de las superproducciones, pero especialmente nos impresionaron los cascos antiguos presididos por las fortalezas y los inmensos escenarios naturales (colinas , dunas y palmerales) cuyo aspecto no ha se ha visto modificado por el hombre, permaneciendo igual que hace siglos.

Los nuevos hoteles marroquís son de muy buena calidad y disponen de magníficas instalaciones. Falta mejorar algunas facetas de la atención al visitante (en los hoteles, pero también en las aduanas y en los aviones de la compañía oficial “Royal Air Maroc”). Pero el gobierno marroquí es consciente de algunos de estos defectos y ha suscrito un convenio con España, en virtud del cual nuestro país le prestará colaboración técnica en materia de formación. Precisamente el congreso de periodistas al que asistimos coincidió casualmente con la visita a Marrakech del presidente Rajoy, acompañado de varios ministros. Los empresarios hoteleros españoles han comenzado a invertir en Marruecos. Además de cadenas importantes como Barceló o Riu, otros empresarios más pequeños han abierto establecimientos muy recomendables, como la “Xaluca”, entre el Atlas, el desierto y los oasis.

Para concluir, una referencia a la gastronomía tradicional marroquí, basada en las diversas variedades de cuscús y de tajín y en una riquísima repostería, completada por los exquisitos dátiles y en donde nunca falta el té-menta, detalle permanente de la hospitalidad marroquí. Para los aficionados a las compras, con el inevitable regateo, mucho para elegir, desde los auténticos fósiles de las montañas del Atlas, el aceite de Argán o las diferentes variedades de dátiles, hasta las múltiples muestras de la artesanía popular basada en el cuero, la cerámica, los tejidos, la joyería y la bisutería. Marrakech, la encantadora joya turística de Marruecos nos ofrece sus increíbles contrastes a menos de dos horas de avión desde Valencia…

JUAN ANTONIO CALABUIG (fotos de Vicent Soriano Ginés)

RETORNO A SEVILLA CON EL AVE

 

La ultima vez que visité Sevilla fue en la Exposición Universal de 1992 –no han pasado años- pero me dije que tenía que regresar algún día ya que quedaron muchos lugares por recorrer; y ese día llegó el pasado 28 de junio acompañada de un grupo de medios de comunicación y a bordo del AVE, a través de la nueva conexión entre Andalucía y la Comunidad Valenciana, con la presencia del gerente de Mercado de los Servicios Transversales de RENFE, Félix Martín.

Al llegar a la capital hispalense visitamos el Real Alcázar, complejo palaciego construido en la Alta Edad Media sobre un asentamiento romano y visigodo, que es un conglomerado armónico de estilo almohade, gótico, mudéjar, renacentista y barroco con multitud de estancias: del Palacio islámico sólo se conserva el Patio de Yeso del que se ha descubierto recientemente su similitud al de la Alhambra; en el Palacio mudéjar o de Pedro I se encuentra la Sala de la Justicia, Cuarto del Almirante, Casa de la Contratación, Patio de las Doncellas, Alcoba Real, Salón de Embajadores, Patio de las Muñecas, Cuarto del Príncipe, Salón del Techo de Felipe II; y en el Palacio Gótico tenemos el Patio del crucero, la Capilla, Sala gótica (de las bóvedas) y Salón de los Tapices. Está adornado de tan maravillosos jardines que parece el paraíso terrenal. Actualmente es residencia oficial de los Reyes de España y de jefes de estado, está declarado Patrimonio de la Humanidad y ha sido sede de importantes acontecimientos históricos y bodas reales como la de Carlos I e Isabel de Portugal y la infanta Elena y Jaime de Marichalar.

Gracias al deseo expresado por muchos viajeros, se ha conseguido unir definitivamente, desde el 17 de junio, dos comunidades que aspiran estar en contacto, mediante una variante ferroviaria construida en Torrejón de Velasco (Madrid), que conecta la línea Andalucía-Madrid con la de Madrid-Valencia sin detenerse en la capital de España. Circulan dos trenes al día, uno en cada sentido, con paradas intermedias en Córdoba, Puertollano, Ciudad Real y Valencia, y una duración de viaje de 3 horas 50 minutos. También hay una conexión de Valencia con Málaga, ida y retorno, con trenes AVE Málaga-Córdoba y Córdoba-Valencia y un solo billete, en 4 h. 12 minutos, y de Valencia con Cádiz (tren media distancia Cádiz-Sevilla y AVE Sevilla-Valencia con un solo billete y un recorrido en la ida Valencia-Cádiz de 6 h 18 minutos y el retorno en 19 minutos más).

Con un total de 1544 viajeros en la primera semana de servicio y una media hasta el pasado 30 de junio de 400 personas diarias, ofrece la gran ventaja de la comodidad y la rapidez, reduciendo el trayecto hasta un 50 por ciento con respecto al Alaris, que todavía circula para los que disfrutan del paisaje o buscan precios más asequibles para sus bolsillos.

 

Silvia Gonzalo

 

 

CIEN AÑOS DE PRENSA FALLERA

Hasta el 31 de marzo se podrá visitar en El Corte Inglés Ademuz la exposición Cien Años de Prensa Fallera, dedicada, principalmente, para conmemorar el centenario de la aparición de la revista Pensat i Fet, cuya efeméride se cumplió el año pasado. No fue la primera publicación sobre nuestra gran fiesta, pero sí la que ha tenido mayor continuidad –de 1912 a 1972- con la lógica excepción de los tres años de la guerra española y la especial del año 1946 por presiones políticas tendentes a la incorporación del castellano en sus páginas.

Fueron cincuenta y siete números explicando en valenciano, de cuya lengua Pensat i Fet fue firme defensora, el ingenio y gracia de lo que aportaba cada falla con la adición de numerosas colaboraciones de escritores e intelectuales, y siempre apurando al máximo el soslayamiento de la censura en las diferentes épocas políticas habidas en su larga trayectoria editorial. Fue una revista fallera pero también literaria, que a partir de 1945 optó por publicar sólo en verso para obviar las prohibiciones lingüísticas y esconder mejor sus satíricas denuncias sobre la despersonalización valenciana.

En la exposición tienen su apartado especial publicaciones falleras anteriores a Pensat i Fet, como fueron L’Araña Negra entre 1888 y 1890, Les Falles de San Chusep entre 1906 y 1913, y Les Falles en 1907.

Pensat i Fet y las posteriores revistas falleras – El Cohet, El Fallero Mayor, Carcasa Fallera, Concurso Fallero, La Despertá,…. – fueron desapareciendo por el avance de otras publicaciones como El Turista Fallero y Actualidad Fallera, que siguen en activo, y los extensos suplementos monográficos de los diarios de información general.

La exposición, preparada por la Federació de Falles Benicalap-Campanar con la colaboración de El Corte Inglés, es un merecido recuerdo a quienes nos precedieron en la hermosa labor de divulgar Las Fallas de Valencia y, especialmente, a los que 101 años atrás se pusieron como meta defender la lengua, la cultura y las costumbres valencianas.

La falla del Ayuntamiento de Valencia dedica este año su monumento a Pensat i Fet.

 

Esteban Gonzalo Rogel

LA HUERTA ECOLÓGICA DE LUIS XIV

El Rey Sol transformó el parque de Versalles en una residencia de lujo donde  los mejores arquitectos y artistas de la época     desplegaron sus innovaciones. Toda iniciativa de ordenación del espacio estaba orientada a mostrar de manera eficaz y evidente, que el origen de la vida social y política descansaba en el poder absoluto del monarca, capaz de armonizar intereses divergentes, siempre dispuesto a conquistar la mayor grandeza para su país.
Pero el legado que dejó Luis XIV en la Francia del XVII no solamente permite comprobar en el escenario urbano de Versalles aquella estela de gobernanza absoluta que aplicó a sus actuaciones, sino también aspectos más privados de unas aficiones y gustos, que con frecuencia intentó alimentar a espaldas de los fastos palaciegos y los protocolos internacionales.
A escasos metros de palacio se reservó un espacio de 9 hectáreas, conocido como “Le Potager du Roi”,  para podar árboles frutales o cultivar exóticas legumbres que luego fueran ingredientes esenciales en los platos servidos en la Corte. Conocida era la pasión de Luis XIV por comer los primeros higos maduros de su huerta, que se enviaban a donde estuviera de viaje para calmar su ansiosa espera. El desafiante monarca de las guerras europeas se transformaba en agricultor apacible cuando de regreso a Versalles cogía la azada y las tijeras de poda en su ordenada huerta, más cercana a la fisonomía de un jardín clásico que a una huerta del campo valenciano.
Las legumbres crecían junto a numerosos árboles frutales, cuya forma especial de poda ofrece hoy ejemplares desarrollados en un solo plano, pegados a la pared o a estructuras metálicas, con largas ramas horizontales o verticales, auténticos brazos de candelabros gigantes, dispuestas a recibir todo el sol y el calor posibles entre muros que los protegían del mal clima.
Este capricho verde del Rey Sol ha llegado a nuestros días como sede de la Escuela Superior de Paisajismo del país vecino, donde se compagina la enseñanza práctica con la explotación intensiva de más de 900 especies de frutas y hortalizas selectas. La producción anual de 30 toneladas de frutas, en especial manzanas y peras, y de 20 toneladas de legumbres es una excelente fuente de recursos económicos que permite garantizar en parte la investigación y el cultivo con métodos ecológicos y naturales. La tienda de la escuela permite comprar esos productos para consumirlos en la cocina de casa. Pero la producción no es el objetivo principal del proyecto, ni tampoco la razón por la que se mantiene vivo y abierto. Se trata de mantener vigente una técnica tradicional de cultivar frutales y legumbres en la que la poda es el arte de construir con paciencia de años esculturas vivas a la vez que caducas.
Al visitante, y sobre todo si la estancia se produce en otoño, cuando los frutales duermen, estos aspectos visuales son los que más le sorprenden. El itinerario por las diferentes terrazas, el estanque central, el acceso de la puerta dorada del Rey, los invernaderos abiertos bajos las terrazas, el paseo intramuros que conserva el calor frente a los aires fríos y las bajas temperaturas, produce al observador la sensación fantasmagórica de estar rodeado por monstruos de siete o nueve brazos que miran al cielo tras años de esfuerzo e ingenio por conseguir esas caprichosas formas de cultivo de frutales.
La huerta diseñada por Jean-Baptiste La Quintinie (1624-168), un abogado transformado en precursor de ecologistas después de un sorprendente viaje por Italia, esta dividida en una treintena de cuadrantes, especializados en cultivos diversos, con las legumbres situadas en la parte central y los frutales entre los muros de los itinerarios circundantes. El mantenimiento de una de esas parcelas corresponde  a los estudiantes de la Escuela, donde compaginan la ordenación del paisaje, con el cultivo de la huerta y el cuidado de animales de granja.
La Quintinie fue precursor en los cultivos huertanos pues consiguió complacer el paladar de Luis XIV al ofrecerle las fresas maduras en marzo, los espárragos en diciembre, los higos a comienzo de verano y las cerezas en el mes de las flores. Esas técnicas siguen practicándose en la actualidad. Los monitores que informan al visitante en el recorrido insisten que pese a la carrera tecnológica del mundo actual, en la huerta de Luis XIV los buenos resultados proceden del amor a la tierra y a todo lo que puede producir con agua, abono  y poda adecuada en cualquier estación del año.

JAIME MILLÁS

EL QUEBRANTAHUESOS ( Gypaetus barbatus )

Única ave osteófaga del planeta, el Quebrantahuesos ( Gypaetus barbatus ) es un buitre territorial que está presente en algunas regiones montañosas de Europa, Asia y Africa.
Se distinguen dos subespecies, Gypaetus barbatus barbatus que es la más extendida y que se encuentra en las principales cordilleras de Eurasia y norte de Africa, y el Gypaetus barbatus meridionalis que se reparte por algunas montañas del este y el sur de África. La principal diferencia entre ambas es la ausencia de un mechón negro en la oreja del meridionalis. Su distribución coincide con la presencia de ungulados y ganado doméstico que son su principal fuente de alimentación.
Tiene diferentes tipos de plumaje en función de la edad sin presentar diferencias entre ambos sexos. Cabeza totalmente emplumada, los adultos y subadultos de color blanco o naranja y los jóvenes de color negro, que se va aclarando según va aumentando su edad.
La barba, pequeña en los jóvenes también va aumentando su tamaño. El pecho, vientre y calzas es moteado de color gris-marrón en los jóvenes hasta convertirse en color blanco o naranja en los adultos. En un principio tiene un escudo dorsal blanco en forma de V muy visible que va desapareciendo hasta tener la espalda completamente de color negro.
Su pico es fuerte y estrecho con una abertura bucal muy grande. Los ojos tienen un iris color marrón en los jóvenes y amarillo en los subadultos y adultos, rodeado de un anillo rojo que resalta más cuando se encuentra más nervioso o agresivo. En la parte superior de la cabeza tienen unas plumas negras y la cola tiene forma de rombo.
Se considera joven hasta los 36 meses, subadulto hasta los 60, y adulto a partir de esa edad.
Hasta finales del siglo XIX el Quebrantahuesos se encontraba distribuido por la práctica totalidad de los macizos montañosos de Europa. Su presencia en España quedo relegada a los Pirineos a partir de la década de los 80 en que desapareció el último ejemplar adulto de Andalucía. En los últimos años se observan Quebrantahuesos en la Cordillera Cantábrica, sobre todo en el Parque Nacional de los Picos de Europa donde en 2002 se puso en marcha un proyecto de recuperación del Quebrantahuesos. Desde el año 2006 al 2008 se han liberado un total de 9 individuos jóvenes en el Proyecto de Reintroducción de Andalucía.
En Pirineos se alimenta principalmente de cadáveres de ganado doméstico y de ungulados salvajes, de las carroñas que localiza en las áreas de montaña y en los puntos de alimentación suplementaria destinados para la especie y gestionados por Administraciones (Cataluña, Aragón y Navarra) y ONGs.
Se puede observar esta especie en el Pirineo en el Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara, Parque Natural de los Valles Occidentales y sobre todo en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido (Huesca-Revilla), en el Cañon de Escuain, quizás el mejor lugar del mundo para su observación.
Es imprescindible resaltar la labor de la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos, con sede principal en Zaragoza,  Eco Museo-Centro de Visitantes del Castillo de Ainsa , Estación Biológica Monte Perdido (Revilla) y en el Centro Las Montañas del Quebrantahuesos en Benia de Onis (Asturias).
Esta fundación se dedica a promover y desarrollar proyectos de conservación en los hábitats de montaña en los que vive esta especie. Es una entidad privada sin ánimo de lucro y declarada de utilidad publica. Su página web es   www.quebrantahuesos.org

                                                                                                  Guillermo Fau

PAISAJE SIN LEYENDA

La verdad de lo que siento
no es verdad porque lo sienta
es verdad porque lo cuento.

José Bergamín

Este otoño está siendo especialmente combativo; días atrás las lluvias torrenciales arreciaron por las zonas próximas a la Foia de Alcoi y por barrancos y ramblas que normalmente permanecen secos, bajaban aguas con el ímpetu desencadenado por las plomizas nubes, fieles servidoras del temporal de levante.
En lugar no determinado de un atropellado relieve, donde las sierras de Cantacuc y Foradada se tocan, nace el barranco de Margarida, salvaje y sinuoso curso que a partir del puente de Calderes se convierte, por obra de historias moriscas, en el indisciplinado torrente de l’Encantada.
El discreto bloque de la sierra de la Albureca se ve atravesado por el juego de las aguas que corren por este camino llenándola de rincones evocadores de leyendas arrebatadas al espíritu. A partir de su contemplación se desató hace unos cuantos siglos, la fantasía colectiva de las gentes que han habitado los aledaños del barranco de l’Encantada, como desatada era la fuerza que el agua arrastraba este otoño revuelto y provechoso.
Se cuenta que una bella doncella mora salía cada cien años al encuentro de caminantes distraídos para otorgarles sus dones virginales y, como premio a tan terrenales uniones, les ofrece un tesoro custodiado por ella. Sus pechos resplandecen como la plata iluminados por la luna y su voz resuena como un laúd suave y certero hacia los conmocionados parroquianos que, aturdidos por la velada y sensual figura, no supieron muy bien como explicar en sus lugares de origen el desenlace carnal; sin embargo de los caudales nada más se supo. Se dice que la aparición centenaria se venia cumpliendo religiosamente, aunque no hay fecha fidedigna para la próxima, y más aún, para no dar pistas, unas veces sorprendió al arriero de Planes en el estanque del Salt, y otras escogió el Clot del Molí para el vecino de Catamaruc, así que la legendaria joven iba pintando l’Encantada con el profano color del deseo de sus amantes.
Y ese recuerdo ancestral, primitivamente mágico, clavado en cada de las grietas del edificio de piedra, me contagió su aroma a lo largo del recorrido.
Cuando apareció ante mí el “toll del Salt”, no hicieron falta historias populares, pues la corriente viva del agua emancipada de las apreturas de cauces y riberas, se dejaba caer al lago como melena al viento, y con la soberanía de los espacios abiertos saltaba deshaciéndose en diminutas gotas en vuelo libre para extenderse en el “toll” y romper con su ruidosa percusión el espejo uniforme del agua.
Cualquier cosa hubiera dado yo por ser alguna de aquellas gotas viajeras, salpicar sobre la dura roca y ablandarla a golpecitos suaves y resbalar por unos instantes sobre las hojas del aladierno limpiándolas del polvo del camino, y reposar en el fondo de cieno y algas para acabar alimentando a culantrillos cuando desde las rocas bajaran a beberme.
De nuevo sobre el camino, volvió el mundo real sobre una chopera que exhibía sin pudor un último esfuerzo por deslumbrar con su dorada luz antes de desnudarse para el invierno.
Si el año circula como un tren, de estación en estación, la más esperada para mí es el otoño que, aunque tiene el aspecto de final trágico, tal cosa no es cierta en absoluto; las hojas de los árboles lucen colores insospechados para cualquier otra época del año y cuando, moribundas caen, ablandan el suelo dejándolo mullido, preparado para alimentar a los diminutos seres constructores del bosque.
Por encima de las aristas de la Penya de l’ Espill, el paso de las nubes otoñales era lento y tenaz, esos cirros que el viento del oeste alarga en formación como jinetes que avisan de buen clima. Las nubes mensajeras se desplazan con parsimonia, se toman su tiempo y construidas por cristales helados aparecen livianas, finas transparencias que rasgan el azul del cielo. Pero no hay que olvidar que tras la paz viene la guerra y también en otoño, el carácter mediterráneo alegre pero belicoso, se adueña del mar donde se preparan batallas pendientes desde el verano que se libran, por cuestiones estratégicas, en estas montañas.
La leyenda de La Encantada es fascinante como todas, pero se esfumó como las nieblas que pululan desorientadas por los valles cuando el calor del sol las disuelve, porque la doncella hizo la maleta con su hechizo a cuestas siendo empujada por el viento del olvido. Por este motivo, cuando me asomé al Clot del Molí no apareció su imagen entre la espuma de la inquieta agua y no se oyeron sus canciones sobre los resaltes rocosos del Tossalet de la Dona, crestones hilvanados como un encaje de blonda recortando el amenazante caminar de las nubes.
Sin embargo, tras una estela de encantamientos, nos dejó desinteresadamente el tesoro que había guardado durante tantos siglos. El misterio y su protagonista se alejaron, pero el hermoso paraje que los había visto nacer y morir quedó como testigo que hablaba por sí mismo.
Ahora los sobresaltos del torrente salían a mi encuentro sin intermediarios y las joyas ocultas que la leyenda cuenta, aparecieron a la vista sin condiciones ni promesas, los frutales ofreciendo los frutos tardíos, el gemido del agua despeñándose a tumba abierta, el aroma húmedo y embriagador de las huertas del molino y la senda escueta y mojada que llevaba hasta la misma orilla.
Siguiendo el murmullo del agua, atrás quedó el Molí junto a su Clot y, con la senda por delante, un valle más fascinante que mil diademas de oro agareno, parecía perderse finalmente allá abajo en el río Serpis. Cóncavo, femenino y enérgico, l’Encantada sostenía sobre su piel al más puro matorral mediterráneo sometido hace años a la cruel disciplina del fuego.
Sin menospreciar el espectáculo apoteósico del valle, en los momentos previos al silencio y la atonía del inverno, la Zoraida (“mujer cautivadora” en árabe) del cuento había sacado del escondite miles de perlas en forma de campanitas de color rosado que formaban un jardín deleitoso al borde del sendero. La planta de aspecto nupcial responde a varios nombres, el solemne Erica multiflora, el jocoso “petorrets”, y por fin, brezo, para entendernos. Sus caricias y l’Encantada ese día me robaron el corazón.
Es muy frecuente caminar por la montaña compartiendo el espacio con coscojas, jaras, aliagas y otras plantas gregarias que en salvaje complicidad ciñen libremente nuestro paso y encontrarse de pronto ante un sendero con la anchura necesaria para contener un vehículo, una casa de escasas pretensiones, un pequeño territorio cultivado con síntomas de mayor o menor despreocupación y posiblemente un perrito ladrador y valiente detrás de una valla consistente en una retahíla de artilugios caseros como rejas o viejos somieres sacados de contexto. Pero, en otras ocasiones más afortunadas, la interrupción del éxtasis natural se produce con suavidad y encanto; así fue mi llegada a la Casa de Saribel, situada en una explanada, avanzadilla de la sierra hacia el corredor del Serpis. La vivienda dotada de algunos elementos de moderna tecnología, queda un tanto alejada de un recoleto mirador a la antigua con una separación aproximada de un siglo entre ambos.El balcón se encuentra sombreado por altos pinos salvados del incendio que abarcó todo lo que la vista alcanza sobre la sierra de la Albureca. Desde sus bancos de piedra pueden verse las paredes oscuras del Cantalar, la dorada cresta del Benicadell, la ladera del barranco de Mitja perdiéndose entre los cerezos y almendros en un fondo indefinido y se puede respirar el aire de la tarde cuando, por detrás de los cipreses de la ermita del Santo Cristo de Planes, parece deslizarse hacia el horizonte el cielo más púrpura que el otoño puede diseñar.
Descendiendo por un aéreo camino por encima de altas peñas sobre el Tossal de la Cova de la Vila, disfruté de la profundidad del último tramo del valle mientras las paredes de la sierra de la Albureca abrazaban a la corriente hasta su desembocadura.
Finalizó l’Encantada sus días en un tumultuoso encuentro acuático con el Serpis desconcertando esta vez a un hermoso bosque de ribera enmarañado en el suelo y diáfano en las copas y sentí como se alejaba la leyenda, río abajo camino del mar y del exilio como lo hicieron hace siglos “los siervos de Allah que caminan por la tierra humildemente”…
Hasta hace pocos años, las joyas vigiladas por la dama del sortilegio fueron buscadas con tesón por las gentes de los valles cercanos sin resultado, sin embargo ahora quedan al alcance del que sabe mirar los paisajes más triviales con el corazón, dejando que se lo roben de vez en cuando.

Texto: Teresa Casquel
Foto: Guillermo Fau

EL MITO Y LA FLOR

Después de un invierno durísimo, frío, lluvioso incluso nivoso, durante las primeras excursiones propiamente primaverales los campos de asfódelos han crecido de forma desmesurada por las laderas y praderas de nuestras montañas.
Este año se extienden como una gran mancha blanca y es espectacular su porte, sus flores estrelladas y hojas lanceoladas (similar a punta de lanza) que crecen al pie del tallo erecto que sostiene a sus flores.
Al gamón no le duelen prendas en soltar su energía vital de forma abrumadora,  pero su vigor es efímero y como nadie atiende a sus ruegos de perseverar, en pocos días desaparece de la faz de la tierra para refugiarse en el mundo subterráneo hasta la siguiente eclosión anual, así que conviene estar atentos desde abril a julio para descubrir esta maravilla del suelo mediterráneo.
Rebuscando por libros y guías botánicas el Asphodelus ramosus aparece con una amplia colección de denominaciones, sobre todo en nuestra lengua valenciana: “Gamó”, “albó”, “porrassa”, “caramuixa”, “ceba de moro”, “vareta de Sant Josep”, “cebollí”, “asfòdel”, y en algunos pueblos de Castellón se le llama “arsénico” por su alta toxicidad.
Y es que, a pesar de su fugaz paso por la montaña, es una planta que deja huella para bien o para mal; del mismo modo que algunos poetas la han tomado como un referente de pureza para sus obras, y los excursionistas nos deleitamos con su presencia, los pastores la consideran puro veneno porque su contacto causa en cabras y ovejas incómodas descomposiciones y otros trastornos.
Sin embargo lo que más me ha llamado la atención ha sido comprobar como desde la Antigüedad se la ha incluido en la mitología y ese protagonismo con los mitos griegos es estrecha ya que Homero las convierte en transmutación de las almas de los difuntos pero con una categoría de escaso nivel; como en la religión cristiana, la mitología helénica distribuía en espacios separados a las almas tocadas por la muerte según sus posiciones ante el bien y el mal; así, en los Campos Elíseos se depositaban las bondadosas y pacíficas almas de los buenos; una tierra de castigo, oscura, tormentosa y doliente que se hallaba detrás del Palacio de Hades, se reservaba para las perversas y ennegrecidas almas de los ruines; decidido esto por los dioses, quedaban sin colocar aquellos espíritus que, ni puros ni corruptos, habían pasado una vida sin pena ni gloria en un aburrido pasar de sus días; por fin se determinó enviar a estos difuntos anodinos a un lugar donde, sobre tiernas praderas primaverales, crecían los asfódelos.
Este y otros mitos tienen como protagonistas a estas plantas; en ellos se palpa un profundo sentido funerario de los asfódelos; sus raíces entroncan con las profundidades de la tierra, el inframundo griego, allí donde la vida no existe, pero se mantiene en sus bulbos la esencia de un nuevo renacer primaveral, quizás también la vana esperanza de alcanzar el paraíso para los deslucidos espíritus que deambulan errantes en este limbo homérico.

Texto: Teresa Casquel
Fotos: Guillermo Fau
Bibliografía: Bestiari de Martí Dominguez. Edicions 3 i 4. Año 2000

LA FLOR DEL INVIERNO

Vamos a comenzar con unos presuntos malos olores.
El eléboro fétido (Helleborus foetidus), marxívol en valenciano, no huele mal como su apellido da a entender y no lo hace porque ninguna flor esparce aromas repugnantes a no ser que se encuentre en determinadas circunstancias estresantes, ¡sí estresantes!, como verse encerrada en una habitación de por vida o en peligro de muerte inminente por arrancamiento, y en este caso se encuentra el eléboro fétido; en esos cruciales momentos y sólo en ellos, unas sospechosas glándulas al final de unos pelillos de sus flores, podrían ser las desencadenantes de vapores nauseabundos que no son otra cosa que la queja justificada del vegetal. Las flores deben oler bien, sobre todo las melíferas como ésta, pero de eso hablaré más tarde.
La conclusión es que el apelativo “fétido” carece de sentido en un noventa y nueve por ciento de la vida de esta planta.
Es el momento de dejar zanjado el tema olfativo para pasar a otra cuestión de la azarosa vida de la planta de verdes flores. La ligereza con que en la Edad Media se asignaban poderes curativos a algunas plantas, hicieron que a ésta se la considerara una panacea en la cura de dolencias tan variadas como víctimas de muerte súbita hubo entre sus desafortunados y cándidos usuarios; las virtudes que médicos inexpertos vieron en la seductora pero no inocente apariencia de la planta venenosa, hizo el resto y la “rosa de serpiente” se llevó al otro mundo a muchos creyentes convencidos de sus propiedades.
Oculta en los rincones más oscuros de las raíces del eléboro, la helleborina es una sustancia tóxica que se pasea luciendo una mercancía capaz de paralizar corazones y conexiones nerviosas y lo que, en prudentes dosis podría ser un tónico cardíaco similar a la digitalina, se convierte en un violento y certero veneno al oponer una fuerte resistencia a abandonar el flujo sanguíneo de los cuerpos en los que se introduce.
Pero aún hay más; en las artes de la hechicería se la consideraba néctar del Maligno y toda clase de aviesas intenciones difamatorias flotaban en frescos bosques caducifolios donde crecía junto a los conjuros que pretendían contrarrestar el influjo de turbadores poderes satánicos. Consecuencia de esta fama en Francia se la conoce como “pan de culebra”.
Los eléboros nacen en hayedos, robledales y otros reinos donde nuestra fantasía nos convierte en magos y las sombras juegan al escondite entre los troncos y helechos; en tal escenario sus formas no pueden pasar desapercibidas porque, sobre el mullido suelo forestal, se forma un diminuto jardín de hojas como palmeras tropicales entre las que avanza erecto, un tallo con brácteas, que no hojas, cobijando a flores que cuelgan como campanas mirando al suelo del que proceden.
Frente a todo pronóstico, esta “flor de invierno” consume sus días entre gélidas temperaturas con una tenacidad inaudita para las que se consideran flores de estaciones más ardientes. Entre nieves y brumas inyecta en sus cuencos un néctar tan atractivo que, de forma tímida primero y arrebatadora más tarde, es imán de abejas que acuden a esta planta melífera en tan inusual momento.
Esta contradictoria planta convierte su perverso maleficio en virtud melífera desconcertando, como en tantas ocasiones, a los observadores de la naturaleza.

Texto: Teresa Casquel
Fotos: Guillermo Fau