SEGUNDA VISITA DE LA ASOCIACIÓN DE PERIODISTAS Y ESCRITORES DE TURISMO (AVPYETUR) A LA ALBUFERA

 Rafael Cebrián Gimeno.

 El pasado sábado 2 de marzo realizamos la proyectada segunda visita a la Albufera, en esta ocasión siguiendo un itinerario diferente al anterior y que, entonces tuvo como objetivo el Centro de Información del Parque y la Montanyeta dels Sants. En principio, la travesía desde El Palmar hasta el Port de Catarroja, canal y embarcadero, donde las barcas tradicionales, impulsadas por la vela latina o la pértiga, y algunos antiguos edificios relacionados con la actividad pesquera de antaño en la población, recuerdan un dinámico y secular pasado, no muy lejano en su protagonismo. Surcar el espléndido “Lluent”, vivir de cerca los espacios y singularidad de los paisajes del agua, es, siempre, una bella y grata experiencia de las muchas que el encanto del lago prodiga en su extensa superficie y entorno. Estuvimos acompañados en todo momento por José Segarra, director del Parque Natural de la Albufera, como anfitrión, compañero de ruta y que, con sus explicaciones sobre el espacio natural y humano agrupado bajo su responsabilidad y protección institucional, dio contenido formativo y cultural a esta interesante visita.

 

Catarroja y su vinculación afectiva y cultural a la Albufera: El lago, el puerto de pescadores, huertas y la Marjal, conforman los paisajes naturales y humanos del entorno de Catarroja, espacios productivos y el medio en el que se ha desarrollado la vida económica y social de la población a través de su histórica dependencia a los recursos de la Albufera y a las tierras agrícola de sus márgenes, un largo proceso de diálogo con el territorio reflejado en los paisajes culturales del hombre la tierra y el agua. Una población que mantiene emotivamente el legado cultural milenario generado por el medio lacustre y las tierras pantanosas, afines al extenso cultivo del arroz. Mucho ha cambiado el modelo de vida del pueblo desde las atropelladas décadas del desarrollismo de los 70/80 del siglo pasado hasta nuestros días, sin que esta evolución social y económica haya quebrado en su totalidad la memoria y las raíces ancestrales de un pueblo, indisociable a un territorio en el que se dan cita todos los elementos definitorios de las sociedades tradicionales en su directa comunicación con la Albufera como espacio de vida.

 

CA SULEMA.- Así, con mayúsculas podemos significar esta casa, aislada junto al canal de salida del Port de Catarroja, uno de los edificios que, junto al de Vaina y la Primitiva, permanecen en el tiempo como viejos testimonios de los trabajos asociados a la fuerte actividad pesquera de tiempos pasados. Esta casa familiar alberga, compartido con la vivienda, un interesante museo en su mayor parte exponente de identificación cultural en todas sus vertientes de la Albufera. En su interior una barroca y abigarrada recreación en azulejos, escenifica la Albufera mítica, sus habitantes, plantas y leyendas, entre las que no falta “La Sancha”, una fábula valenciana que ha hecho fortuna en la Devesa y que relata la sorprendente relación afectiva de una serpiente y un pastor que, con los melodiosos sones de su flauta, enternecía al reptil, inaudita comunicación entre seres tan profundamente diferenciados y que termina, de forma imprevista en tragedia, con un abrazo de la serpiente, de gran tamaño que, sin tener medida de su fuerza, asfixia a su compañero en un mortal abrazo que quiere con su fuerza ser afectivo.

 

En otra perspectiva, organizada y expuesta, en un espacio muy reducido -porque de más no disponen-, se acumulan colecciones, documentos, fotos, fósiles…exóticas piezas, herramientas, útiles…un largo etcétera que por su abundancia no es fácil enumerar y que tiene el profundo valor de significar y conservar la memoria de la vida en la Albufera y de sus gentes. El insólito y, en gran manera desconocido museo, no se ha quedado en lo que atesora, ya que sus mantenedores siguen incrementando las colecciones con nuevas y enriquecedoras adquisiciones. Este museo es una iniciativa familiar, sostenida a sus expensas y huérfana de ayudas de la Administración. Ca Sulema materializa el compromiso de gentes nacidas en este municipio que se sienten identificadas con un notable legado cultural y que quieren conservar, íntimamente sabedores de que la mayor riqueza de un pueblo es la memoria de su pasado. Es de obligación felicitar a esta familia singular por llevar adelante tan meritoria institución, especialmente a Miquel, arqueólogo e historiador, joven miembro de la familia que nos explicó, pacientemente y con todo detalle, con precisiones y anécdotas, el significado y singularidad del patrimonio en su conjunto albergado por SULEMA.

 

Los paisajes culturales, patrimonio colectivo.- Ca Sulema, es, además de museo, la sede social de la L´Assocciació de la Vela Llatina de Catarroja, una entidad a la cual me refería en mi anterior artículo en esta página, que tiene como objetivo la conservación y práctica de esta histórica y elegante forma de navegación. La navegación a vela en la Albufera es otra vertiente típica a conocer y admirar, hoy una actividad puramente deportiva y un testimonio más del pasado que permanece por la voluntad y los recurso personales de gentes del pueblo, por su entrañable compromiso con las tradiciones, ya que su utilización como forma de desplazarse sobre las aguas entre las orillas del lago, se ha sustituido por el motor.

 

Valencia capital cuenta en su entorno periurbano con los paisajes culturales entre los más importantes del Mediterráneo. Contadas son las ciudades de Europa que pueden vanagloriarse, como Valencia, de la singularidad de un cercano ámbito a la urbe que compendia siglos de historia y de señas de identidad de los pueblos que, al paso de los siglos, han dejado su huella y han construido con sus manos estos paisajes: la huerta y la Albufera. Están donde termina la ciudad, en espacios sin transición, sin zonas degradadas ni suburbios. Desde las últimas casas empieza la relación de la ciudad con los territorios que con su explotación tradicional suministraban productos alimentarios de consumo, de la agricultura y de la pesca, productos del trabajo que le han permitido llegar a ser lo que es.

 

Dejando la Huerta -que es otra historia-, estamos en la Albufera, que también empieza nada más abandonar Valencia, por huertas y arrozales, paisajes agrícolas construidos sobre tierras que fueron arrebatadas al lago. La Albufera ha sido para la Asociación un motivo muy especial en la concesión de la distinción Cavanilles, homenaje que anualmente concede a personas o entidades que se han significado en la protección medioambiental y en la promoción de un turismo sostenible. En el pasado año 2013, el Parque Natural de la Albufera recibió esta distinción, cuando se cumplían los veinticinco años de la creación de este espacio protegido.

 

La continuada tarea protectora y de regeneración llevada a cabo en los veinticinco años de existencia del Parque, ha salvado nuestro lago: en los años 70/80 del siglo pasado, la Albufera agonizaba con todas las características de hipertrofia extrema en todos sus ciclos, cuando ya su estado medioambiental y presión especuladora, era la crónica de una muerte anunciada. Ahora ha mejorado y está salvaguardada por una normativa institucional, y, en su delicado y singular espacio, se armoniza la conservación medioambiental con las tareas tradicionales, pesca, caza y agricultura, actividades consustanciales con las características y ciclos naturales del lago, sin los cuales es difícil concebir la Albufera, indisociables de su historia y que son en la actualidad, paradójicamente, garantes de su conservación. El lago es Valencia y también Europa, como privilegiado albergue de la avifauna que cruza el cielo comunitario desde los lejanos países boreales. Los valencianos podemos sentirnos legítimamente orgullosos de que este excepcional patrimonio, en el que tanto hay de nuestra historia, sea un bien del colectivo ciudadano que debemos honrar y sostener. Es de obligación agradecer a todos los que han hecho posible con su esfuerzo y voluntad este logro, y sobradas las razones por las cuales, la Asociación de Periodistas y Escritores de Turismo, ha reconocido esta encomiable labor al Parque Natural de la Albufera y a su director José Segarra.

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