Aurelio Martínez, Presidente de la Autoridad Portuaria de Valencia, presentó recientemente en la antigua estación marítima, actual Edificio del Reloj, el libro que sobre ese inmueble, que este año llegará a centenario (sin saber la fecha concreta de su entrada en servicio), y como complemento la historia del puerto, han escrito Inmaculada Aguilar, catedrática de Historia del Arte, y Laura Bolinches, historiadora de arte, como número veinte de la colección Cuadernos del Museo del Transporte de la Comunidad Valenciana.
El libro comienza con la importancia que tuvo la navegación a vapor desde 1807 accionando ruedas de paletas laterales, la consolidación de la hélice a partir de 1845 y como último paso el casco de hierro para las embarcaciones, para seguir con la paulatina construcción de las dársenas e instalaciones portuarias de Valencia. Y de esas instalaciones como principal la estación marítima inaugurada en 1916 como un edificio exento de 15 x 38 metros, con la mayor longitud en sentido este-oeste y dos plantas más ático. Según Federico Gómez Membrillero, entonces director del puerto de Valencia, “un edificio ecléctico, afrancesado, con elementos del Segundo Imperio Francés, motivos barrocos en la ornamentación, en los remates escultóricos y en las lucarnas de la cubierta en mansarda, referencias medievales en la torre del reloj, y con un sistema de huecos en la planta principal que pueden recordarnos las composiciones tripartidas de los secesionistas. Formas y composiciones que provienen de diferentes estilos que se conjugan armónicamente y que proporcionan una imagen monumental, original y de cierto clasicismo francés”.
Inmueble que tras quedar medio derruido por los bombardeos de la guerra 1936-1939, que devastaron el puerto y las barriadas cercanas, fue ampliado casi al doble (26 metros) hacia el norte, remodelado con balcones de estilo historicista, muy del gusto institucional de los años cuarenta, y sustituida la mansarda por un tejado ligeramente inclinado a dos vertientes.
La mansarda, la crestería de hierro y parte de la primigenia ornamentación, constituida por grupos escultóricos, los recuperó en la restauración realizada en los años 1986 y 1987, cuando ya había traspasado sus funciones como estación marítima a un cercano edificio de llamativa estructura moderna. La vieja terminal, para cuyo diseño Gómez de la Membrillera se inspiró en una estación ferroviaria de Lyon, fue adaptada para su utilización en las plantas altas para congresos y exposiciones y en la baja para la policía del puerto o guarda muelles.
Finalmente, a partir del año 2006 fue remozado el exterior del edificio y tras la desactivación de la dársena interior para actividades portuarias fue remodelado el interior para fines culturales e institucionales.
En la presentación del libro también estuvo Josep Vicent Boira, secretario autonómico de Vivienda, Obras Públicas y Vertebración del Territorio, junto a otras autoridades e invitados.
La esbelta Estación Marítima, primer icono del puerto de Valencia y pieza esencial para su modernización, comparte simbolismo portuario con el emblemático edificio Veles e Vent diseñado por los arquitectos David Chipperfield y Fermín Vázquez que fue terminado el año 2006 en la Marina Real Juan Carlos I.
Veles e Vent (Velas y viento), nombre del poema con el que Ausiàs March, máximo exponente del Siglo de Oro Valenciano, el XV, invocaba la fuerza de los vientos para llegar pronto a tierra en un viaje entre Italia y Valencia.
Esteban Gonzalo Roge