Según el Alcalde de València, Joan Ribó, “la ciudad es rica en patrimonio arquitectónico y paisajístico, pero lamentablemente poco conocido y en consecuencia poco reconocido, principalmente desde fuera de las cruces de término, pero incluso, a menudo entre nosotros mismos”. Por ello, quedé sorprendido, y supongo que también otros conciudadanos, al ver que en el listado de los 50 edificios cuya visita recomiendan por su belleza, singularidad e historia, cuando se celebre por primera vez en València el Open House, entre los días 3 al 5 del próximo mes de mayo, hay notables ausencias.
No han incluido la Estación de Norte, monumento nacional, uno de los tres iconos del modernismo en València y según Condé Nast Traveler una de las estaciones más bonitas del mundo, junto a la plaza de toros que sí está en la lista; tampoco el Palacio de Dos Aguas, ni la atractiva calle de la Paz que afortunadamente se libró de la especulación urbanística, Santa Catalina, la Casa de los Dragones, y otros.
Quienes han realizado la lista no han tenido en cuenta distinguir entre arquitecturas que por su valor artístico o atrevimiento constructivo puedan fomentar la llegada de turistas, de aquellas donde su valía es principalmente histórico-sentimental definitorias de una época, caso del grupo de viviendas de renta limitada Antonio Rueda, y por ello, cuyo atractivo puede mayoritariamente circunscribirse entre el ámbito valenciano y el nacional.
En el listado que acompaño sólo hay 47 edificios anotados, dando la sensación que hay tres espacios para poder añadir algún olvido de bulto, que al parecer no han detectado ni los medios de comunicación que han publicado el listado ni entidades valencianas relacionadas con el turismo.
Creo que los escritores de turismo, para ser consecuentes con nuestros fines, además de difundir los atractivos y particularidades de nuestra Comunidad, deberíamos estar al tanto y expresar nuestra opinión cuando ocurran casos como el reseñado en este escrito o que afectan negativamente al turismo en entornos urbanos, como son en València: las viviendas ruinosas junto a la Lonja, que tras muchos años sin hacer nada quieren comenzar a restaurarlas, el discutido porvenir del edificio solitario en la calle Micalet, y el ficus más viejo de Valencia, peligrosamente constreñido por una pequeña estación de servicio de la que nadie informa si hay cláusulas draconianas que encarecerían grandemente su traslado a otro lugar.
Esteban Gonzalo Rogel