Requena, ciudad castellana por su historia, fisonomía, lengua y costumbres, en el año 1851 fue incorporada, junto a Utiel y sus extensos términos, a la provincia de Valencia en la nueva remodelación territorial española. Una adjudicación político administrativa que daba carta de naturaleza territorial a la estrecha vinculación existente desde antiguo entre Requena y Valencia. En el largo periodo bajo el Islam, Requena dependió con frecuencia de los gobiernos de la capital del Turia. Tras la conquista, pasó al Reino de Castilla, cedida por Jaime I a su yerno Alfonso X El Sabio, no obstante, de siempre, su relación comercial y de intercambio fue más fluida con el litoral, más cercano que la distante Cuenca, su capital política, y, también, más provechosa por su mayor riqueza. Así Requena, la “Valencia Castellana”, se siente afectivamente integrada en las tierras valencianas.
Su situación geográfica a Poniente de Valencia, sobre un elevado altiplano de una altitud media de 600/700 metros, prolongación de la Meseta y junto a vías de comunicación entre el Mediterráneo y las tierras interiores peninsulares, ha forjado su historia, carácter y forma de vida. Ciudad fortificada, mantuvo el cerco de sus murallas y torres hasta mediados del siglo XIX, un recinto del que se conserva un importante lienzo de origen musulmán, con dos torreones adosados y patio de armas, y, en sus proximidades, la torre del Homenaje, de época califal y reconstruida totalmente en sillería en el siglo XV, durante el reinado de los Reyes Católicos. Torre vigía y defensiva, fue utilizada como prisión, es en la actualidad exposición de interesante visita, bien documentada con paneles y proyecciones que recrean la historia de la villa.
La población mantiene de sus orígenes el pintoresco bario viejo, declarado Conjunto Histórico Artístico Nacional en el año 1966, una trama de calles irregulares, truncadas por castizas plazas donde se asoman orgullos caserones blasonados. Sabor medieval en su urbanismo, dotado de un notable patrimonio y albergue en su subsuelo de un laberinto de cavidades artificiales, las Cuevas de la Villa. La configuración geológica del suelo requenense, de estratos calizos paralelos, dispuestos horizontalmente y separados por una capa intermedia de tierra, fue aprovechada por los musulmanes y, posteriormente, por los conquistadores, para la construcción de bodegas, vaciando los terrenos blandos entre las dos láminas roca y comunicando el espacio ganado con las viviendas. La estabilidad termométrica entre el verano y el invierno bajo tierra y el aislamiento del sol y de la luz, confiere unas condiciones ideales para almacén de alimentos, aceité, trigo, despensa familiar, elaboración y conservación de vinos… Un mundo singular bajo tierra y un atractivo más añadido a estas tierras de viñas y vino, gentes y claros paisajes que, cercanos al Mediterráneo, evocan colores y serenos perfiles castellanos.
Texto y fotografía: Rafael Cebrián Gimeno