En el presente año, esta celebración ha tenido lugar en Villena (Alicante), teniendo como escenario su imponente y bello castillo: su histórico protagonismo y monumental arquitectura, nos daba el marco adecuado a un acto especialmente significado de nuestra entidad, cumpliendo un objetivo cultural de valoración de nuestro patrimonio y encuentro con socios y simpatizantes. Una celebración de la que nos sentimos satisfechos por la asistencia y desarrollo del programa previsto, un estímulo de continuidad, de proyección y mejora que asumimos los directivos.
VILLENA, TIERRA DE FRONTERA. ENCRUCIJADA DE CAMINOS Y CULTURAS.
En la estratégica encrucijada de caminos entre la Meseta y el Mediterráneo, Villena avizora la amplitud de ondulados llanos de su entorno, una plataforma tendida entre sierras que emergen sobre la suavidad de los campos y que cruzan corredores y valles transversales de contacto con tierras manchegas y de Levante: históricos caminos de cultura e intercambio, de guerra y de paz. La Geografía, siempre asociada a la historia, ha influido en el acontecer y la vida de Villena por su posición en tierras de transición, claros y coloristas paisajes de evocación castellana en el extremo norte de la cuenca hidrográfica del Valle del Vinalopó. El río, en su curso descendente hasta la costa alicantina, articula y da nombre a la comarca, corredor natural de comunicación entre las tierras interiores peninsulares y el Mediterráneo que atraviesa una amplia red de pasillos, utilizados desde la antigüedad por las vías de conexión territorial. En esta unidad física de gran magnitud, Villena es el núcleo de encuentro de cuatro provincias, Murcia, Valencia, Alicante y Albacete, estandarte y testigo de tierras disputadas por las armas, en el choque de los reinos medievales de Castilla y Aragón.
El remoto pasado: Villena en el tiempo.- Las características territoriales apuntadas, el agua que generosamente prodiga el copioso freático del sustrato, la abundante caza y tierras de potencial agrícola, favorecieron el asentamiento humano desde la Prehistoria, asentamientos evolucionados hasta alcanzar un importante foco cultural. De los notables vestigios materiales exhumados por la Arqueología en el entorno y término de la villa, tiene especial significado y renombre internacional el llamado Tesoro de Villena, un valioso conjunto de sesenta objetos de oro macizo, tres de plata, uno de hierro y un disco de ámbar, en piezas de vajilla, botellas, brazaletes y diversas elementos interpretados como ornamentos de cetros, bastones de mando o de espadas. Joyas de excelente elaboración, diseño y técnica, pertenecientes a la Cultura del Bronce: uno de los hallazgos más notables de la orfebrería mundial de la Prehistoria.
De la Edad Media a los tiempos actuales.- Sin constancia arqueológica de que la ciudad existiera en época visigoda, es durante la ocupación musulmana cuando entra planamente en la historia, periodo de creciente demografía, desarrollo y riqueza, adquirida bajo la protección de su fuerte castillo y el valor militar que le confería su estratégico enclave.
Conquistada por Jaume I, la cedió a Castilla en cumplimento del Pacto de Almizrra (1244), tratado que ratificaba los anteriores acuerdos de Tudilén (1151) y Cazola (1179) que fijaban los límites de expansión territorial de ambos reinos, quedando Villena como señorío del infante Manuel, hermano de Alfonso X El Sabio, yerno del Conquistador.
Pasa posteriormente como herencia y con el rango de ducado, a manos del Infante Don Juan Manuel, señor de extensos territorios y uno de los hombres más ricos y poderosos de su época. Noble de selecta educación, compaginó las obligaciones señoriales de los varios cargos que ostentaba en los más elevados estamentos cortesanos, acciones militares y agitada vida, con su actividad como escritor. Autor que ha trascendido por su notable contribución a la prosa medieval de la literatura castellana en la narrativa de ficción, especialmente por los cuentos moralizantes de su obra maestra El Conde Lucanor o el El libro de Patronio (1330/1335), la pedagogía por medio de cuentos, fábulas, alegorías…No fue éste su única obra, aunque si la más famosa: citamos el Libro de la Caça, que escribió en Villena, donde una variada y abundante fauna local en las lagunas y montes de su entorno, fueron una fuente de inspiración y actividad a la que Don Juan Manuel era muy aficionado.
Enrique II de Trastámara dio título de Marquesado al extenso estado feudal de Villena,
el más antiguo de la Corona de Castilla, como compensación de guerra por su apoyo contra Pedro El Cruel. En 1445 el marquesado pasó a manos del ilustre y poderoso linaje de los Pacheco, hasta que, con los Reyes Católicos, cayó en la directa dependencia de la Corona por la defensa que Diego Pacheco hizo de los derechos de la princesa Juana, llamada La Beltraneja, contra los de la candidatura de Isabel al Reino de Castilla. En 1836, en la nueva división territorial española, Villena fue agregada a la provincia de Alicante, mientras que Caudete, municipio perteneciente al Antiguo Reino de Valencia, lo fue a la de Albacete.
El Castillo de Salvatierra.- Las pobres ruinas del castillo de Salvatierra, también conocido como de Los Pacheco o El Castillico, ocupa la cúspide rocoso de un promontorio cercano a la población. Erigido en la etapa califal, siglo X, era sumamente estratégico por su privilegiado emplazamiento de control visual sobre dilatados territorios y de conexión con otros castillos. No obstante, el incremento de población, unido a la potencia de las fortificaciones de Villena y la proximidad de las fortalezas de Biar y Sax, redujeron su protagonismo hasta ser por completo abandonado en el siglo XIV. En la actualidad quedan escasos vestigios, cimientos de muralla, ruinas de torres y poco más. Su estructura, adaptada al medio físico que favorecía de forma natural sus defensas, nos dan la imagen del castillo islámico de montaña que en los momentos de la invasión de la Corona de Aragón salpicaba la compleja orografía de las tierras valencianas. La Arqueología ha rescatado en su ámbito restos ibéricos y romanos, culturas precedentes que aprovecharon el valor defensivo que confiere la altura y el relieve. Las ruinas del castillo tiene la consideración de Bien de Interés Cultural (BIC)
EL CASTILLO DE LA ATALAYA
El elegante castillo de la Atalaya, el más bello y mejor conservado de todos los existentes en nuestras tierras, es un compendio monumental de la ingeniería militar de la Edad Media y el Renacimiento, con todos los sistemas defensivos/ofensivos de época, agrupados estéticamente en el conjunto del imponente edificio. En el año 1931 fue declarado, con todos los honores, Monumento Histórico Artístico Nacional: Su imagen tiene entidad y atractivo como símbolo de la castellología valenciana. Elevado sobre un cerro dominante sobre la villa, es una excelente “atalaya” sobre un entorno estratégico de caminos y fronteras, campos y gentes. En su entorno circundante y bajo sus muros como centro, creció la población musulmana: el casco antiguo de la villa conserva la impronta islámica en su urbanismo medieval. La estructura de la fortaleza consta de doble recinto amurallado, de época musulmana, reforzado posteriormente con barbacana, torres circulares esquinadas, y semicirculares integradas en los lienzos de muralla. Sus robustos muros y estudiada defensa, capaz de resistir los más duros y tenaces asedios, ha sido fortaleza refugio, paladín de reivindicaciones, baluarte de las Germanías, valedor de Felipe V en la Guerra de Sucesión y plaza tomada por el General Suchet en la “Guerra del Francés”. De origen musulmán, resistió a las acometidas cristianas hasta capitular ante Jaime I en 1240.
De todo el conjunto destaca la monumental y esbelta Torre del Homenaje, de planta cuadrada, 25 metros de altura, terraza almenada y cuatro cuerpos, los dos primeros islámicos y los dos superiores de fábrica cristiana, superposición que, a simple vista, distinguimos en su exterior por los distintos materiales y técnicas de construcción empleadas: muros de tapial en la en la primera mitad del edificio; una obra muy utilizada por los almohades por su solidez y rápida ejecución, y, en la parte superior, la sillería característica de la época cristiana. En su interior se evidencian las diferentes etapas y estilos, en las dos primeras salas, magníficos exponentes de la maestría almohade, bóvedas de arquería entrecruzada que, junto a la existente en el cercano castillo de Biar, son únicas en la arquitectura militar musulmana peninsular. Estas bóvedas fueron dinamitadas durante la “Guerra del Francés”, a fin de inutilizar la torre, y reconstruidas en el siglo XX. En las fachadas, se ha recuperado un ardid utilizado por los almohades que pintaban con líneas blancas un despiece simulado de sillares que, visto a distancia, trasmitía al agresor la imagen disuasoria de un fuerte castillo. La intervención cristiana corresponde a los siglos XIV al XVI, especialmente durante la titularidad de los Pacheco, que dejaron un aspecto general de la fortaleza que hoy contemplamos.
Texto y fotografías: Rafael Cebrián Gimeno