La primera y sugestiva imagen que recibimos de Banyeres, cuando todavía lejana la población se confunde en el horizonte con el cielo y las montañas, es la imponente y erguida silueta de su castillo coronando un promontorio rocoso despegado de la sierra Mariola y alzado en la margen derecha del río Vinalopó. De origen almohade (siglo XII-XIII), su planta poligonal se adapta con un doble recinto escalonado a las desigualdades del terreno, aprovechando salientes y terrazas donde se estructura el conjunto de su sólida y estética arquitectura. Calles en cuesta, quebradas por plazuelas y rinconadas del recogido y enrevesado trazado urbano de pueblo viejo, se distribuye por las inclinadas laderas bajo los muros del castillo. Al paso del tiempo, innecesaria la función protectora del castillo ante inexistentes enemigos, la expansión del municipio ha buscado los más cómodos espacios del amplio valle abierto a sus pies.
En los años70/80 del siglo pasado el castillo fue en su totalidad restaurado, cuando ya su estado de conservación era ruina avanzada que suponía, además de su inevitable pérdida, un riesgo para las viviendas más cercanas, en el caso de que se produjeran derrumbes de alguno de sus muros. Esta crítica situación condujo, por fortuna, a su total reconstrucción, a partir de los escasos elementos en pie de la estructura original, encomiable decisión que alejaba la otra alternativa que suponía su completa demolición. El contorno exterior defensivo, tal como ahora lo vemos, encierra, tras el paso acodado de la entrada, un amplio recinto a modo de patio de armas que en la restauración se colmó con escombros, polémica solución -quizás la más destacada del conjunto-, que ha dejado sin lectura el piso original y desvirtuado la función de este ámbito murado. Al margen de las controversias que invariablemente acompañan a la recuperación del patrimonio arquitectónico, el castillo trasmite en sus rescatados volúmenes las características de su configuración y envergadura, la solidez de sus estructuras y conserva para la posteridad un testimonio de la arquitectura militar medieval, islámica y feudal, protagonistas de su historia durante siglos.
Del conjunto de edificios que conforma la fortaleza, sobresale con firmeza la esbelta Torre del Homenaje que, con sus diez y siete metros de elevación, es el elemento más representativo del castillo, símbolo de la población y núcleo central entorno al cual se organiza la disposición defensiva, articulada sobre dos recintos superpuestos. Construida en sillares, de ocho metros de lado, dispone de tres plantas superpuestas, de bóveda de cañón; puerta de acceso a 2,5 metros de elevación sobre la base; aljibe y terraza almenada. En su distribución original, la comunicación interior de los pisos se hacia mediante escaleras abatibles que permitían aislar cada una de las plantas, una estrategia habitual en los castillos medievales, tendentes a crear sectores independientes de auto defensa. La complejidad del castillo de Banyeres y la sólida resistencia de sus construcciones, aliada con el relieve, suponía que su entrega ante el enemigo solamente se lograba por el asedio, hambre y sed.
Por la proximidad al lugar de la firma del Pacto de Almizrra (1244), en la actualidad el municipio cercano a Villena de Camp de Mirra, el castillo formaba parte de los baluartes de frontera entre los territorios concertados de conquista de la Corona de Aragón y Castilla, posiciones tácticas y líneas estratégicas calientes subordinadas al control de las vías de comunicación entre Castilla, Murcia y el Reino de Valencia. Situación que otorgó especial protagonismo defensivo al castillo en los años cruciales en los que se consolidaba la conquista de la Corona de Aragón sobre los musulmanes y, posteriormente, en las guerras con Castilla. Durante la Guerra de Sucesión, Banyeres fue aliada de la causa borbónica, sufriendo su castillo distintos y duros ataques que dañaron seriamente sus estructuras. Felipe V, en reconocimiento a esta defensa y participación en la contienda a su favor, otorgó a Banyeres en 1718, el título de Villa Real, Noble y Leal. El castillo está declarado Bien de Interés Cultural (BIC).
La Ruta de los Molinos.- La Ruta de los Molinos es un recorrido senderista que enlaza los tres molinos papeleros más importantes de los nueve que estuvieron en funcionamiento en el río entre los siglos XVIII al XX. Un itinerario por un parque de agradable entorno que agrupa el notable legado arqueológico-industrial, representado por el complejo conjunto de dispositivos en el proceso de elaboración de la pasta de papel, aprovechando la energía motriz que proporcionaba las aguas del río Vinalopó para el movimiento de las ruedas hidráulicas, por medio de los sistemas de conducción y control del agua, construcciones auxiliares, acequias, azudes, balsas y los edificios de manipulación. La Ruta de los Molinos está diseñada y acondicionada para que el visitante pueda interpretar y descubrir a través de estos testimonios patrimoniales la elaboración del papel desde su fase inicial. El río Vinalopó y su permanente caudal, es, también, un recorrido botánico de seguimiento de la vegetación asociada al agua, todo ello apoyado con paneles interpretativos sobre la flora y la fauna. Destacamos que esta ruta ha recibido recientemente la distinción de Bien Etnológico de Interés Cultural (BIC).
Museu Valencià del Paper.- La industria del papel en Banyeres, cuyos antecedentes se remontan al siglo XVIII, tiene su mayor desarrollo económico y productivo entre los siglos XIX y XX, periodo en el que fue vanguardia en España, generadora de gran número de puestos de trabajo y que integró a la mayor parte de la población obrera local durante cerca de doscientos años. El pasado industrial de Banyeres nos ha legado un valioso patrimonio material que hoy es historia de la población y que recoge, además de La Ruta de los Molinos, El Museu Valencià del Paper, único en su especialidad en la Comunidad Valenciana y entre los más notables de España. Un museo dotado con valiosas colecciones y documentación que recopila y documenta la centenaria historia y tradición del papel, y de los procesos de elaboración como actividad fabril y su repercusión en el tejido social y cultural de Banyeres.
Rafael Cebrián Gimeno