GRANADA: TIERRAS, PUEBLOS Y PAISAJES.

Sierra Nevada. La Vereda de la Estrella.- De las nieves eternas que coronan las altas cimas de la Sierra Nevada, nace el río Genil. Sus frías y limpias aguas riegan las fértiles tierras de la vega de Granada, despensa y sostén que fue del próspero reino nazarí, último de los estados andalusíes peninsulares. Un camino para hacer solamente a pie, la Vereda de la Estrella, orilla el río y sigue su curso aguas arriba hasta su cabecera, por un estrecho desfiladero de fresca y frondosa umbría, flanqueado por esbeltos robles y otras especies caducifolias, luces y colorido de su enramada con la vivaz luminosidad de la primavera y la suave tonalidad del otoño. El valle fluvial se adentra hasta el corazón de la sierra, hasta el pie de sus majestuosas cumbres señeras, los gigantes Alcazaba, Mulhacen y el Veleta, donde el deshielo de los resplandecientes neveros que embellecen la soledad y el silencio de las cumbres, alumbra las primeras y cristalinas aguas del río. El Mulhacen es el techo peninsular, la cota máxima de la orografía hispana.

El camino lleva el nombre de un grupo de minas de cobre, La Estrella, que estuvieron activas hasta finales de los años cincuenta del pasado siglo. Muy pobres, con minerales de escaso rendimiento, su explotación en tan difíciles condiciones de topografía y clima, sólo se explica por las carencias de la autarquía franquista y porque el mantenimiento de la mano de obra era de bajo costo, con presidarios que trabajaban en duras condiciones sin retribución, con tareas expuestas y fatigosas, en la altura y el frío. De este penoso episodio ha quedado el camino de acceso al complejo y ruta de bajada del mineral mediante caballerías. Hoy es la frecuentada y preciosa ruta de excursionistas y de alpinistas, por la belleza del quebrado desfiladero, profundamente abierto entre elevadas y escarpadas montañas, con un escenario en su cabecera que presiden los techos de la sierra, las pirámides rocosas de la Alcazaba el Mulhacen y el Veleta, cortadas moles de la vertiente septentrional del sistema, enlazadas en una fascinante y abrupta fachada de mas de 1.500 metros de desnivel, una de los más bellos escenarios de la alta montaña española.

Bajo este circo prodigioso esculpido por la fuerza de la naturaleza, pese a la accidentada topografía y al clima extremo e inclemente de la altura, sus vertientes fueron antaño humanizadas: gentes humildes subían hasta zonas elevadas, cuando al llegar la primavera las nieves se retiraban, ganando altura, para llevar sus rebaños, cultivar cereales y patatas, haciendo frente a unas adversas condiciones de vida, en una economía de estricta subsistencia. Ocupaban modestas casas, precarias viviendas sin más confort que la techumbre. Con las primeras nieves, anticipo del otoño, bajaban a los poblados de origen, ribereños del Genil para pasar el invierno. Hasta los años setenta del pasado siglo se mantuvo este ciclo temporal, campesino y pastoril, a cargo de los más desfavorecidos: hoy queda integrada en el paisaje la memoria silenciosa de sus afanes, las casas -los cortijos-, ahora habilitados como refugios del caminante, las eras y las acequias que, transversales a las laderas, recogían el agua del deshielo utilizada para los riegos de los improvisados campos de cultivo.

Varias excursiones son posibles, de mayor o menor rigor, por el mismo recorrido de ida y vuelta a lo largo del camino, o con alternativas que permiten circuitos que amplían la perspectiva de los majestuosos paisajes. También es la ruta de aproximación para iniciar la ascensión de las cumbres por las paredes, itinerarios mucho más exigentes y reservados a unos pocos. Este camino, que antaño fue de la fatiga y de la desesperanza para forzados y campesinos, es ahora el del ensueño de la naturaleza y el paso excursionista hacia el corazón de la sierra, hacia sus hermosos paisajes, camino idealizado sin las servidumbres de antaño, del esfuerzo elegido, siguiendo paso a paso la huella de las gentes que le dieron vida, ante una grandiosa e indomable naturaleza. Un camino y un amplio espacio protegido -que incluye las más altas cumbres peninsulares-, está comprendido dentro del Parque Natural de la Sierra Nevada, el más extenso de España y uno de los más importantes de Europa, por la riqueza de su biodiversidad y el patrimonio cultural humano asociado a sus heterogéneos paisajes.

Granada.- La naturaleza y la historia se han unido felizmente en Granada para crear uno de los territorios con paisajes naturales y humanos de mayor belleza de Europa, y, sin lugar a dudas, el más notable de los complejos turísticos europeos, capaz de dar cumplida respuesta al viajero más exigente. Es posible esquiar en las extensas pistas de la sierra y, en el mismo día, bajar hasta Motril, a las cálidas orillas mediterráneas de doradas playas donde la ondulante caña de azúcar es la enseña de la tibieza del clima mediterráneo junto al mar. La monumental Granada es sinónimo por excelencia de la larga permanencia de los árabes en España, fascinante memoria del histórico y brillante Al Andalus, personalizada en la delicada y seductora belleza de la Alambra, arquitectura y cumbre artística del Islam de todos los tiempos. Pero no hay que olvidar la otra Granada, su demarcación territorial, sus pueblos, paisajes y patrimonio que bien vale la pena conocer y que la Alambra y Sierra Nevada han oscurecido con su esplendor, como inexistente. No hay que pasar de largo: aquí, en estas líneas, solamente unos rápidos apuntes de tierras, pueblos y paisaje granadinos, y una invitación a sentir en profundidad su encanto, enmarcado en la cordialidad y señorío de sus gentes, como distintivo y legado de una vieja cultura.

Moclín y el río Velillas.- Moclin preside un amplio paisaje de montañas y de redondeadas lomas que colonizan los olivares, extensos olivares prácticamente como monocultivo. Tendida sobre las laderas de un aislado cerro de pronunciadas vertientes, en la cima se asienta un castillo musulmán, una de las más sólidas fortalezas fronterizas nazarí cuando, imparables, los Reyes Católicos acosaban el último de los reinos andalusíes. Junto a otras fortificaciones, entre ellas la de Montefrío, auxiliadas con un rosario de torres atalaya, formaban parte de una coraza defensiva de Granada frente a Castilla. El castillo es uno de los mejor conservados de este trascendental periodo histórico, torres, dispositivos defensivos y la práctica totalidad de un dilatado cinturón de murallas. Un interesante conjunto estético y paisajístico de la arquitectura militar islámica adaptada a la irregular topográfica de su enclave.

El castillo, el núcleo urbano de la población y el patrimonio urbano, son un buen motivo para disfrutar de los encantos de Mocríl, pero si el visitante quiere a su vez sentir el inmediato entorno natural, una excursión con punto de partida y llegada en el pueblo, le comunicará la belleza recogida y abrupta del desfiladero del río Velillas, un curso abierto entre gruesos mantos calizos que aprisiona su cauce. Un bonito camino desciende hasta el río, salvando escarpadas laderas rocosas. Camino bien trazado y protegido por unos pasamanos que ayudan y desvanecen el temor de su paso junto precipicios. Cuando llega hasta el río, sigue aguas abajo, pasando por una pasarela artificial adosada a los muros calizos, colgada sobre el río, hasta llegar a la población de Oliveras o cruzarlo y retornar a Mocril, en un recorrido circular que el ayuntamiento de la población ha señalizado y equipado y que tiene por nombre La Hoz, el Círculo Oculto. Mocril está a 33 kilómetros a poniente de Granada.

Montefrío.- A poniente de Granada la monumental Montefrío, apiñada la histórica población bajo los peñascos que coronan un cerro, preside un expresivo paisaje de serena belleza agrícola, el encanto de sus inmensos olivares tendidos por las lomas, dominantes por todo el municipio, componen un escenario humanizado entonado en grises y verdes de poderoso atractivo. Montefrío, poseedor de un valioso patrimonio, legado de su densa historia, su centro histórico ha sido declarado Conjunto Histórico Artístico. Una fortaleza nazarí, situada sobre la población, defendía en el siglo XV la frontera entre los reinos de Granada y Castilla, cuando la guerra de conquista emprendida por los Reyes Católicos cercaba a la capital y la vega granadina. Vencida por la superioridad militar castellana, de sus sólidas defensas y encumbrada alcazaba, tan sólo restan muros y arrumbados baluartes y, en su lugar, se yergue la monumental Iglesia de la Villa, sede de un interesante museo documental de la historia de la villa, Centro de Interpretación de la Última Frontera de Al-Andalus, El Centinela. En el casco urbano medieval, no hay que dejar de visitar la Iglesia de la Encarnación, inspirada en el Panteón de Agripa, en Roma, con una impresionante nave de planta circular y atrevida bóveda de colosales proporciones. Otros edificios, caserones, calles y enjalbegadas viviendas tradicionales, ornadas con la estética naturalidad andaluza del frescor de las plantas y colorido de las flores, completan el hechizo de este pueblo, uno de los más bellos de España. Montefrio está a 50 kilómetros de Granada.

La Peña de los Gitanos.- No lejos de Montefrío se encuentra el complejo arqueológico de La Peña de los Gitanos, un sorprendente santuario del pasado en el que se superponen distintas etapas de ocupación que nos llega desde el Neolítico, pasando por las culturas ibera, romana, visigoda y musulmana. Asentamientos, un centenar de tumbas megalíticas, dólmenes; otras necrópolis y diversos elementos exhumados de la cultura material, conforman el relevante legado, la huella y secuencias del paso de las distintas civilizaciones que ocuparon el paraje. Tan abrumadora y notable acumulación del mundo antiguo, tiene como escenario un paisaje que conserva retazos de la perdida naturaleza, de roquedales calizos, verdes terrazas herbosas, arbolado y vegetación mediterránea, un paraje integrado en medio de un territorio minuciosamente antropizado, a modo de una isla inmersa en un mar de olivares. Paisaje y su misterio, evocadores del medio mágico en el que se desenvolvieron las culturas que le dieron vida, es un emotivo museo al aire libre, que contemplamos y vivimos con todos los sentidos. La UNESCO ha declarada La Peña de los Gitanos, Bien de Interés Cultural (BIC). Su visita requiere ser previamente concertada, ya que el recinto está vallado y parte del mismo está dentro de una propiedad privada: Centro de Interpretación del Patrimonio 628 305 337 – pgitanos@gmail.com.

Rafael Cebrian

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