A menudo los valencianos exhibimos nuestra decepción con el legado árabe porque entre cinco y siete siglos fuimos árabes y, sin embargo, a la gente de hoy no podemos mostrarles un patrimonio islámico que de fe de aquella sociedad y cultura. A excepción de unos olvidados baños en Valencia y Elche y de algunos fragmentos residenciales o lienzos de muralla urbana, poco podemos enseñar sobre una civilización de la que muchos de nosotros nos sentimos honrados de formar parte, por tener en nuestras raíces culturales su lengua y su tradición vital y científica.
Pero este análisis es un poco precipitado, pues solamente hay que salir de las ciudades y perderse por montañas y barrancos para encontrarnos con el legado patrimonial árabe más importante de nuestras tierras: los castillos y defensas que dejaron en pie los almohades a lo largo y ancho de una línea defensiva que construyeron entre los siglos XI y XIII para evitar la ocupación de las tropas cristianas.
La descripción de diez castillos de montaña que Rafael Cebrián ha seleccionado en un tercer volumen de una serie destinada a enumerar los entornos de fortalezas valencianas, recupera aquella historia olvidada del Islam y prestigia un legado con el que podemos identificarnos. Si el autor hubiera realizado simplemente una descripción geográfica y un relato cronológico de la excursión propuesta, el volumen engrosaría el apartado de publicaciones viajeras que carecen de interés entre los no expertos. Pero el didactismo y espíritu ilustrado que Cebrián aplica a todo lo que hace y escribe, convierte este libro en una agradable lectura, y la oportunidad de la excursión en una apasionante aventura de meterse en la piel de aquellos guerreros que buscaron situarse en nidos de águilas para ser imbatibles.
La presentación de este volumen ha coincidido con la difusión de otros títulos recientes de Cebrián dedicados a la arquitectura de la piedra seca y a la comarca del Alto Mijares. No importa el tema o los contenidos. Este experto viajero de largo recorrido siempre aplica la visión de comprender y amar la naturaleza que ve, a través de la reconstrucción histórica, de la justificación geográfica y geológica, de la tradición literaria y social, en fin, estoy hablando de un autor que tiene una visión interdisciplinar del medio físico y del paisaje.
En realidad andamos, viajamos, para conocer más escenarios naturales y urbanos, otros relieves, otros enclaves que hablan de personas que los ocuparon y transformaron antes de nuestra visita. Descubrir cosas nuevas pocas vamos a descubrir. Pero entender mejor donde vivimos y cómo vivimos a partir de la experiencia de acceder a nuevos espacios naturales y patrimoniales de nuestro país, como estos castillos de montaña, constituye una realidad incuestionable. Y es así porque estos castillos de montaña, aunque permanezcan olvidados, forman parte de nuestra historia y de nuestra memoria colectiva.
Jaime Millás