La estratégica situación del Principado determina que sus restaurantes y hoteles ofrezcan al visitante la más exquisita cocina del momento. Hay más de trescientos diez (310) restaurantes y trescientos treinta y ocho (338) cafeterías-snack bar, de los que se puede encontrar amplia información en la Guía de Restaurantes de Andorra, disponible en la red de oficinas de turismo del Principado: www.andorra.ad. Para los amantes del arte culinario, Andorra también ofrece comercios especializados en productos gastronómicos de primer orden.
Pero ello no es óbice para que exista una genuina cocina andorrana, que también se puede degustar. Las raíces de esta cocina andorrana hay que buscarlas en la manera de vivir de los habitantes del país hasta comienzos del siglo XX, basada en un rico ganado vacuno y de ovejas, y en pequeños animales domésticos. Consecuentemente, uno de los alimentos básicos era la leche y sus derivados, fundamentalmente el queso, cuyas variedades eran numerosas en otro tiempo. Uno de los más apreciados y que todavía se elabora es el “formatge de tupí”.
En la mayoría de casas se criaban gallinas, que proporcionaban huevos y carne para hacer caldo. También solían tener conejos y, los más acomodados, palomos. Sin embargo, el animal por excelencia era el cerdo, con cuya matanza (normalmente en el mes de diciembre), las casas andorranas obtenían una gran variedad de embutidos y de carne confitada o salada. Entre los embutidos destaca la donja, la bringuera, los bulls, la llonganisa y las botifarres. Otro producto del cerdo muy apreciado era el jamón, con el cual todavía se elaboran hoy tostones con miel.
El trinxat es uno de los platos más típicos que se elabora con verduras y hortalizas, y se prepara con col verdal, patatas y unas rebanadas de tocino o un arenque. La col, sobre todo la de cogollo o repollo, es muy apreciada también en la escudella, aunque puede ser sustituida por habas o guisantes secos, por la alubia tierna o por las espinacas salvajes.
Hasta mediados del siglo XX la caza tuvo considerable importancia, dado el relativo equilibrio que se mantenía entre el número de cazadores y el volumen de caza. Los “civets” de jabalí, de gamuza y de liebre, guisados con vino o chocolate, y los arroces con “esquirol” (ardilla), son los más conocidos.
En cuanto a la pesca se puede saborear la trucha de rio andorrana, que se prepara con almendras.
Los bosques y prados ofrecen cantidad de hongos, que se pueden saborear a la brasa, en tortilla o guisados, como acompañamiento.
Otros platos andorranos, sencillos pero sabrosos, son las “coques” (tortas), les amanides (ensaladas), los caracoles, el bacalao, etc.
Estos platos tradicionales de la cocina andorrana están aún presentes en las “bordas”, antiguas casas tradicionales de alta montaña, donde antiguamente se guardaba el grano y el ganado. Una veintena de de estas construcciones han sido transformadas y acondicionadas como restaurantes donde, además de la cocina tradicional andorrana elaborada con productos de primera calidad, se disfruta de una arquitectura peculiar y e una decoración cálida y acogedora.
Francisco Gregori
Algunas fotografias han sido cedidads por cedidas por Andorra Turismo SAU